UNAMUNO se enamoró de la encina castellana especialmente la de la dehesa salmantina tanto en sus escritos en prosa como en sus poemas. Canta a la perfección su caràcter sagrado y las peculiariades ( raíces, tronco, copa y hojas…..). Así lo plasmó en su poema : » EL MAR DE ENCINAS » no en balde la encina es el árbol símbolo de la Península Ibérica y en Salamanca y Extremadura se las cuidan con sumo interés.
En este mar de encinas castellano/ los siglos resbalaron con sosiego/ lejos de las tormentas de la historia,/ lejos del sueño.
Que a otras terras la vida sacudiera; / sobre este mar de encinas tiende el cielo/ su paz engendredora de reposo,/ su paz sin tedio.
Sobre este mar que guarda en sus entrañas/ de toda traición el manadero/ esperan una voz de hondo conjuro/ largos silencios.
Cuando desuella el estío la llanura,/ cuando la pela el riguroso invierno,/ brinda al azul el piélago de encinas/ su verde viejo
Como los dias, van sus recias hojas / rodando una tras otra al pudridero / y siempre verde el mar, de lo divino / no es espejo.
Su perenne verdura es la de la infancia/ de nuestra tierra, vieja ya, recuerdo,/ de aquella edad en que esperando al hombre/ se henchía el seno
de regalados frutos. Es su calma/ manantial de esperanza eterna, eterno./ Cuando aún no nació el hombre ella verdecía/ mirando al cielo.
y le acompaña su verdura grave/ tal vez hasta dejarle en el lindero/ en que roto ya el viejo, nazca al dia / un hombre nuevo.
Es su verdura flor de las entrañas/ de esta rocosa tierra, todo hueso; / en flor de piedra su verdor perenne/ pardo y austero.
Es, todo corazón, la noble encina/ floración secular del noble suelo/ que, todo corazón de firme roca ,/ brotó el fuego
de las entrañas de la madre tierra./ Lustrales aguas le han lavado el pecho/ que hacia el desnudo cielo alza desnudo / en verde vello.
Y no palpita, aguarda en un respiro/ de la bóveda toda el fuerte beso,/ a que el cielo y la tierra se confundan/ en lazo eterno.
Aguarda el día del supremo abrazo/ con un respiro poderoso y quieto / mientras, pasando, mensajeras nubes / templan su anhelo.
En este mar de encinas castellano / vestido de su pardo verde viejo /
que no ceja, del pueblo a que cobija,/místico espejo.
Gabriela Mistral era el pseudónimo de LUCILA DE MARIA DEL PERPETUO SOCORRO GODOY ALCAYAYA. Nació en Vicuña ( Chile ) en 1.889 y murió en New York en 1.957. Su poesia es romántica, dulce y musical, repleta de colores y por doquier rezuma Naturaleza. En su poema » LA ENCINA » dedicado a la mestra Brígida Walker podremos ver el gran amor que profesa a la encina, extendida por toda Hispanoamérrica, árbol que une generaciones, anida ilusiones y de hechura divinal.
Esta alma de mujer viril y delicada,/ dulce en gravedad, severa en el or,/ es una encina espléndida de sombra perfumada/ por cuyos brazos rudos trepara un mirto en flor.
Pasta de nardos suaves, pasta de robles fuertes/ le amasaran la carne rosa del corazón, / y aunque es altiva y recia, si miras bien adviertes/ un temblor en sus hojas que es temblor de emoción.
Dos millares de alondras el gorjeo aprendieron/ en ella, y hacia los vientos esparcieron/ para poblar los cielos de gloria. ¡ NOBLE ENCINA !/ déjame que te bese en el tronco llagado, / que con la diestra en alto, tu macizo sagrado,/ largamente bendiga , como hechura divinal.
El peso de los nidos ¡ fuerte ! no te ha agobrado./ Nunca la dulce carga pensaste sacudir./ No ha agitado tu fronda sensible otro cuidado/ que el ser ancha y espesa para saber cubrir.
La vida ( un viento ) pasa por tu vasto follaje ./ Como un encantamiento . sin violencia, sin voz; / la vida tumultuosa golpea en tu cordaje,/ con el sereno ritmo que es el ritmo de Dios.
De tanto albergar ruido, de tanto albergar canto,/ de tanto hacer tu seño aromosa tibieza, / de tanto dar servicio, y tanto dar amor/ todo tu leño heroico se ha vuelto, santo.
Se te ha hecho en la fronda inmortal la belleza / ¡ y pasará el otoño sin tocar tu verdor !.
En este lugar – tumba reposan los restos mortales de Gabriela Mistral.
¡ Encina, noble encina, yo te digo mi canto ! / Que nunca de tu tronco mane amargor de llanto/, que delante de ti prosterne el leñador / de la maldad humanas, sus hachas, y que cuando / el rayo de Dios hiérate, para ti se haga blando / y ancho como tu seno, el seno del Señor! .